‘La Tierra plana y el nacionalismo’, de Paco Álvarez
Artículo de Ramón Irigoyen publicado en ‘Diario de Navarra’. Lunes, 6 de enero de 2020
Las primeras dos líneas de la contracubierta del recomendabilísimo libro La Tierra plana y el nacionalismo (Editorial EDAF) de Paco Álvarez dicen: “¿Estás harto del nacionalismo? Entonces este libro es para ti”. Si usted está harto del nacionalismo y quiere conocer los orígenes y el desarrollo de las siniestras creencias que sustentan estas fantasías políticas no tenga ni la menor duda: lea La Tierra plana y el nacionalismo y se va a enterar a fondo de la miseria intelectual y moral de la que se nutre el nacionalismo. Pero, antes de seguir adelante, hagamos una distinción: por una parte, están los nacionalistas – personas a las que hay que respetar porque el respeto nos obliga a respetar a todo el mundo, independientemente de su ideología y de su ética, y, por otra parte, están las creencias que, cuando son nefastas para la convivencia social, no solo no son acreedoras de respeto sino que deben ser combatidas sin, en ningún caso, recurrir a la violencia.
El madrileño Paco Álvarez, escolta de 1984 a 1986 y publicista casi desde el vientre materno, se declara investigador y, ‘todavía’, estudiante de Historia, empresario, tertuliano, poeta, comisario de exposiciones y padre de familia, aunque no necesariamente en este orden. Ha trabajado en 15 países de dos continentes como responsable de comunicación de algunas de las compañías más importantes (Banco Santander, Benetton, Cartier y un largo etcétera de emporios comerciales). Y ha colaborado en proyectos culturales, entre otros, de La 2 de RTVE, Dicovery Channel y National Geographic Channel. Es autor del excelente libro Somos romanos, un best seller publicado también por EDAF.
Paco Álvarez se hace esta pregunta que traslada al título de su libro: ¿en qué se parecen la teoría de la Tierra plana, que algunos iluminados defienden sin apearse nunca del éxtasis, y el nacionalismo que abreva sus ensueños en ideólogos chiflados cuyo padre espiritual es el filósofo alemán Fichte (1762-1814) nacido para difundir en Europa el patrioterismo más fanático? Y Paco Álvarez responde que la teoría de la Tierra plana, que tiene un gran éxito en internet y quizá también en algunas cátedras universitarias de chamanismo del País Vasco y de Catauña, y el nacionalismo se parecen en que amparan sus venenosas mentiras bajo una supuesta conspiración, y en que son creencias falsas y anticuadas, inventadas para mal de la humanidad en el siglo XIX. Las varias decenas de millones de muertos de las dos guerras mundiales del siglo XX fueron consecuencia del fanatismo de los nacionalismos.
Este libro desmonta con claridad – y, a menudo, con sano sarcasmo – los bulos en los que se basan el nacionalismo vasco y el nacionalismo catalán. Para ello el autor solo utiliza la verdad y los hechos comprobables. El rigor de las citas textuales nos revela los hechos. Y, como bien dice Álvarez, con los pies en la tierra, no en la Tierra plana. Y declara, con razón, que el nacionalismo es el principal problema de nuestra democracia desde hace más de 40 años.
Llevamos varias décadas consintiendo que generaciones de niños españoles se eduquen en el criminal odio a España basado en creencias aberrantes y centrífugas. Escribe Álvarez que no hay una realidad alternativa, solo hay una realidad. No existe un nacionalismo malo y uno bueno. Solo existen: la democracia, en la que todos somos iguales en derechos y deberes, y el nacionalismo, que cree en las diferencias y falsos distingos. Y a los nacionalistas no hay que llamarlos nunca ni soberanistas ni independentistas. Hay que llamarlos por su nombre: separatistas, o sea, gente incurablemente narcisista y egoísta y, por tanto, alérgica a compartir nada. No se puede convencer a un nacionalista, porque el nacionalismo no es una ideología, es una creencia, pero, al menos, quizá se puede sembrar una duda, dice Álvarez.
En La Tierra plana y el nacionalismo el lector puede encontrar todas, o casi todas, las respuestas a las farsas nacionalistas. ¿A quién no le hierve la sangre cuando tiene que soportar los infames bulos de personajes que viven del erario público y se dedican a insultar y a envenenar a los niños con el odio a España?