Las balas de Margarita Salas
Artículo de Ramón Irigoyen publicado en ‘Diario de Navarra’. Lunes, 18 de noviembre de 2019
El viaje molecular de la genial bioquímica Margarita Salas, fallecida el pasado 7 de noviembre en Madrid, coincide, día arriba o abajo, con la presentación de Moflete, el Elegante en Liberespacio, una magnífica librería infantil y juvenil domiciliada en la calle madrileña de Joaquín María López, número 25. Quien visita esta librería del barrio de Moncloa puede darse un paseíto hasta el cercano Arco de la Victoria, levantado por Franco al final de la guerra civil, para quizá verlo por última vez antes de que el PSOE y Unidas Podemos lo trasladen, piedra a piedra, no se sabe aún si a Hungría o Polonia.
Margarita Salas nació el 30 de noviembre de 1938 en Canero (Asturias). Para ejemplo de los niños y, sobre todo, de las niñas, que, con frecuencia, todavía son reticentes a estudiar ciencias, Margarita Salas se licenció en ciencias químicas por la Universidad Complutense de Madrid. Donde Salas ponía el ojo ponía la bala y por eso el pajarillo Moflete, el Elegante, ya cantaba en verso, hace varias décadas, que el sueño de Margarita Salas era llegar a trabajar con el mejor bioquímico del mundo, el también asturiano Severo Ochoa. Y, naturalmente, como ella tenía una inteligencia prodigiosa, trabajaba en su campo tanto como ahora trabaja Cristiano Ronaldo en el campo de la Juventus y sabía ganarse a las personas que más podían ayudarle, tras hacer la tesis doctoral y dejarse guiar por Alberto Sols, trabajó en Estados Unidos con Severo Ochoa, un sabio galardonado con el premio Nobel.
Margarita Salas Inició el desarrollo de la biología molecular en España y trabajó como profesora vinculada ‘ad honorem’ – ‘honoríficamente’ – del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid. Fue académica de la Real Academia Española desde 2003. En 2016 se convirtió en la primera mujer que ha sido condecorada con la Medalla Echegaray, otorgada por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Las llamadas ciencias exactas son las matemáticas y que, por cierto, el gran físico e historiador de la ciencia José Manuel Sánchez Ron en su recomendabilísimo Diccionario de la ciencia (Booket) prefiere llamar, en singular, la matemática y no, en plural, las matemáticas.
Echegaray fue un ilustre matemático y autor de docenas de obras teatrales, que tuvieron un gran éxito en su momento y, además, fue el primer español galardonado con un premio Nobel – el premio Nobel de Literatura de 1904 -, que le cosechó muchos dicterios de sus colegas del campo de las letras. Como matemático tuvo el reconocimiento nada menos que del gran Julio Rey Pastor que afirmó: “Para la matemática española, el siglo XIX comienza en 1865 y comienza con Echegaray.”
El sábado pasado, el poeta malagueño y agitador literario con sus magníficas revistas – ahora dirige Oropeles y guiñapos – Agustín Porras y el espléndido ilustrador Arturo García Blanco presentaron en la librería Liberespacio su libro Moflete, el Elegante, publicado por la editorial zaragozana Pregunta Ediciones. Los excelentes versos de Agustín Porras tienen gracia y se memorizan con facilidad. Y no hay que olvidar que los textos más memorables – o sea, que se recuerdan con mayor facilidad – son los versos, y no los textos en prosa, y por eso a los niños hay que darles a leer textos en verso. Las ilustraciones de Moflete, el Elegante son maravillosas y el precio del libro es también celestial: nueve eurillos que es lo que ahora ya debe valer un chupachús.
En la entrada titulada “Mujeres y ciencia” del nunca suficientemente recomendado Diccionario de la ciencia, en la que Sánchez Ron menciona a Margarita Salas, el autor termina su texto con estas dolorosísimas palabras referidas a la explotación e infravaloración social de las mujeres científicas a lo largo de la historia: “Como ven, la miseria, la explotación, la discriminación por razón de sexo, aparece en todos los rincones de la historia, incluida la historia de la ciencia.”
Margarita Salas supo reivindicar su trabajo y no le faltó ni siquiera un marquesado. Ha sido la Iª marquesa de Canero. Margarita Salas, con todas sus moléculas bailando en el universo, apoya vivamente la justísima huelga de las futbolistas españolas que reivindican unas condiciones laborales dignas.
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