Irigoyen se reencuentra con la poesía desde la ironía
EL MUNDO. LUNES 27 DE JUNIO DE 2011
ANTONIO LUCAS / Madrid
En el disparadero de la escritura de Ramón Irigoyen (Pamplona, l942) está Catulo sobre todas las cosas. El autor latino, al que ha traducido en distintas ocasiones, trazó algunos de los más volcánicos poemas de amor y algunos de los más vitriólicos textos sarcásticos. Y ésa es la estela que quiere Irigoyen como guía y plomada para su aventura en las letras.
De algún modo, el amor y el sarcasmo vienen con él desde sus primeros libros de poemas: Cielos e inviernos (1979) y Los abanicos del Caudillo (1982). Fueron las señas de identidad de un escritor que desde la semilla asumió los márgenes y el riesgo como carretera principal. Aquellos primeros conjuntos de versos quedaron diluidos bajo el alud del tiempo, por eso la iniciativa de la editorial Visor tiene por propósito primero rescatar aquellos libros junto a todo el material inédito que en los últimos 30 años ha acumulado el autor. Escaso pero delirante material.
Lo que encierra su Poesía reunida (1979-2011) no sólo devuelve (y para muchos descubre) la singular aventura poética que inició Irigoyen en los años 70y 80, sino que suma su último desafío: dos nuevas entregas que aparecen bajo el lema de Romancero satírico y La mosca en misa.
En defensa del humor
En el primero, Irigoyen desata una mordacidad extrema que tiene como diana a personajes públicos, famosos, políticos, futbolistas… O de manera más gráfica: el Príncipe y Doña Letizia, Zapatero, Aznar, Maragall, Fraga, Rajoy, Felipe González, Hugo Sánchez, Íker Casillas, ETA, Rouco… “El humor y la ironía están muy devaluados en poesía. La épica y la tragedia son los dos géneros canónicos de la literatura. Si hasta Quevedo y Gracián, tan dotados para el humor consideraban la ironía de segundo nivel”.
Pero nada puede romper la voluntad sarcástica de Irigoyen. Después de muchos años alejado de la poesía -desde Los abanicos del Caudillo, que propició en 1982 una intensa polémica en la que salieron al rescate GiI de Biedma, Caballero Bonald, José Miguel Ullán, Umbral, Vicent… – regresó a la escritura impulsado por sus colaboraciones en el programa Al sur de la mañana, de la cadena Cope. “Allí tracé la mitad de los romances que ahora recojo. Y el resto fueron un encargo de la revista El virus mutante”, explica. Con el tiempo, comprendió que tenía una familia nueva de poemas, movidos por la misma energía: la desacralización de los presuntos espacios sagrados de lo cotidiano.